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Mostrando entradas de enero, 2012

Un solo día

Se me quedó la piel en un suspiro cuando tus ojos se perdieron en lo infinito de mi orgasmo. Nos deseamos por soledad y nos entregamos sin mañana. No fue amor, ninguno de los dos puede amar todavía. Nuestras almas son huérfanas y hemos olvidado cómo entregarnos sin medida, disfrutando al otro, entregándose por completo, hemos olvidado cómo hacer el amor y sólo corrimos hasta alcanzar el éxtasis. El descanso nos sorprendió con el sol en la cara. En esa habitación somos sólo cuerpos ajenos de dos desconocidos que por casualidad coincidieron. No te quise volver a ver, un beso te dejé de despedida. No me quisiste hablar, tu silencio fue la única respuesta a esa locura de una noche. Hoy por casualidad me acordé de ti, hermoso amante ocasional, pero con tristeza comprobé, que ni siquiera se tu nombre, que no te extraño, que sólo fuiste la alegría de un solo día.

Salto cuántico

Con la mirada fija en la costura su mente comenzó a darle vuelta a varios asuntos. Sus hijos estaban ya dormidos y ella esperaba, simplemente esperaba a que llegara su marido de su ¿junta de negocios? Qué absurdo, si las cosas se dijeran como eran, incluso la vida sería más fácil. Todas le decían que era una mujer afortunada con un marido guapo y trabajador, que si bien siempre tenía ¿reuniones? a ella nunca le faltaba nada y era de las mujeres mejor vestidas y más respetadas de la ciudad. Cerró los ojos y se sintió transportada, llevada por el tiempo y la distancia. ¿O fue un desmayo o alguna visión? Se soñó en un lugar maravilloso, con paredes transparente y luces brillantes. Desde donde estaba se alcanzaba a visualizar un sin número de farolas brillantes, pero eran tantas que incluso de noche se le ocurrió que bien podría parecer una ciudad de día. A su alrededor todo estaba perfectamente bien ordenado y en su escritorio encontró las fotos de sus tres hijos, iguales en lo fís

Cambio de rol

-¡Déjame en paz! Tu bien sabías que lo nuestro era nada más un pasarla bien, una aventura sin complicaciones. ¿Y te vas a poner ahora en ese plan? Te lo dije y te lo advertí. No esperes nada de mí. Me caes bien, eres buena onda, pero yo no he aprendido todavía a ser de alguien. En la entrada del hotel en donde acostumbraban encontrarse, las miradas ojerosas por el desvelo de la noche chispeaban, una por pasión la otra por amor. Carolina se dio la vuelta y sin más dejó a Luis con el corazón destrozado y la propuesta en la boca. Ella, satisfecha sexualmente se alejó dando fuertes taconeos. Lo quería, pero sólo como amigo. El se llevó en la bolsa del saco el anillo de compromiso. La amaba incondicionalmente y no quería perderla.

La dieta

El tutú brinca y hace piruetas torpes todavía pero llenas de gracia sin intención. Ella, con su carita de hastío, ya está cansada de la disciplina, pero como dijeron que tenía talento, se siente obligada a cumplir. De mal humor sigue la clase. No sabe que en el futuro será la primera figura. Pero también, que la maternidad le será negada, que la soledad y el hambre serán sus eternas compañeras, que sus pies no serán nunca bellos. La niña, con el cuello estirado y la barbilla en alto, sólo sabe demostrar con la mirada su infinita tristeza y cansancio. Hoy, hace ya varios días que tiene antojo de un helado. No lo ha podido probar por la dieta, y sólo tiene siete años.

Diálogo

Tinta que mancha, escupe y calumnia. palabras soeces llenas de sinsentidos reclamantes significados que nos incluyen y excluyen a los otros reclamos, protestas, lágrimas, despidos. Y con tantas palabras todavía existimos nos comunicamos o mal comunicamos expresamos lo de dentro, lo que no entendemos porque cómo definirte si ni yo sé quién soy. Y seguimos hablando pese a la distancia y los reclamos son constantes pese al olvido protesto porque te has ido, protestas porque no vuelvo pero seguimos comunicados sin sentido. Para qué hablar si no te entiendo para qué dialogar si me desconoces porque hablando nos reconocemos ajenos aunque distantes y malhumorados ya estemos.

De veintiún días

Me he convertido en una mujer artificial. Mi embarazo es fingido. Mis lágrimas ahora fluyen sin sentimiento y están perfectamente programadas. Los días de fluido ya no llegan con sorpresa ni provocan accidentes, están calculados con su respectiva cuenta de veintiún días y ya no es madre natura quien los contabiliza, ahora es la empresa farmacéutica quien con mecanismo de reloj los programa. Justo ahora que no corro ningún riesgo, por salud, le pongo trampas a la descendencia.

Amor a mi

El amor nos torna ciegos y nos llena de deseos, aparece disfrazado de completud y poco a poco nos va quitando vida, libertad, existencia. El desamor nos pone absurdos, tristes y desvalidos, sufrimos por lo que tenemos, esa hermosa libertad de acción, pero no la disfrutamos, la sufrimos. La tristeza se instala en los huesos, nos va quitando visión, se instala en nuestra cama y ahí nos tiene atenazados. Nos cuesta trabajo respirarnos. Todos estos estados son por falta de caricia, de rozar otras historias, de saber de otras soledades. Y por fin encontramos a la eterna amante, a quien nos saca de todos estos sinsentidos, de estas banalidades que nada nos dejan y mucho nos cuestan en dinero, en atenciones, en entregarse. La soledad es el estado más satisfactorio del ser humano, siempre y cuando se sepa disfrutar.

Siempre es una cuestión de amor

Esto de las relaciones es algo altamente complicado, pero nuestro romance fue un amor a primera vista, de esos fulminantes. Yo nunca he sido lo que se podría llamar un ser ¿hermoso? ¿Qué macho se precia de serlo? Incluso dicen por ahí que mientras más feo más formal, y yo de formalidades se mucho. Pero mis ojos saltones no la espantaron y en cuanto me miró se prendó de mí, lo distinguí en su mirada radiante, en la sonrisa perfecta, en sus caricias disimuladas. Nos enamoramos y sin pensarlo un instante nos fuimos a vivir juntos. No me puedo quejar, ha sido la mujer más entregada que he conocido. Me tenía la casa impecable, mis comidas a tiempo, muchos mimos y por supuesto el baile nos encantaba. Ella me hacía girar y yo me divertía divirtiéndola. No éramos de esas parejas atosigantes que necesitan hacer todo juntos. Eso era lo que más me gustaba de ella, que respetaba mi espacio y yo la respetaba a ella y no me interesaba no verla durante el día. Pero las noches eran mágicas.

Maldición

Y todos dijeron que vivirías condenada, que tu condición de mujer abandonada sería tu castigo por querer cambiar las reglas. Y no lo creiste porque ya eran otros tiempos, porque las cosas habían cambiado, porque tu lucha incansable te hacía ser diferente. Qué equivocada estabas. La sociedad, las creencias, tu condición de mujer ha ganado Ahora estas sola y ya no puedes remediarlo.

Porque sí

Habían pasado un fin de semana delicioso de esos que hacen época. Enclaustrados en esas cuatro paredes apenas descansando para comer en ocasiones, otras para dormir un poco pero las más la pasión hacía presa de ellos a lo largo del día. Ella lo amaba, él aparentaba hacerlo, pero entre la entrega y las ganas sus encuentros siempre eran así, increíblemente desgastantes. Salieron del lugar y caminaron del brazo, ella radiante, él gallardo. Las miradas curiosas los observaban porque de ambos emanaba un brillo poco usual pero atrayente. Cada uno tomó su transporte y a medio trayecto ella recibió la llamada. Acababa de llegar en viaje de negocios y era preciso verla en ese momento porque ya no tendría otro tiempo libre. ¿Qué hacer, cómo engañar-se-lo-nos? Un resorte se movió dentro de ella y no supo si fue la curiosidad, el querer comparar o un simplemente terminar felizmente ese fin de semana que todavía tenía algunas horas para concluir definitivamente. Se arrojó en los brazos del

Olfativo

Al bajar la vista pudo darse cuenta de la larga fila de hormigas que recorría la orilla de la pared. Se detuvo a observarlas. Le maravilló la organización, la fuerza que desplegaban al cargar un peso mucho mayor que su propio cuerpo. ¡Ah, el peso! ¡Qué no diera en ese momento por ser hormiga! Se sentía tan agotada del cuerpo y desgarrada del alma. Ahí, en la azotea de su casa siempre se había sentido libre y segura pese a lo peligrosamente bajo de la barda que la rodeaba. Siguió con la mirada a las hormigas y quiso descubrir la madriguera, pero ya no tenía tiempo. Ya se le había agotado. Se detuvo frente al lugar en que la barda era todavía más pequeña que el resto; respiró hondo y así, dio el último paso. El viento violento provocado por el descenso le despeinó la larga cabellera. Un zapato salió volando. La falda se levantó más arriba de la cintura y por absurdo que parezca, pensó en sostenerla para que no se le fueran a ver los calzones. Tocando el piso ya sólo quedó la

Mujer ejecutiva

Mujer ejecutiva sabedora de lo que quiere y luchando todos los días por lo que no ha logrado, se desenvuelve como cualquier joven mujer de su época. Tiene treinta y dos años, un puesto de directora en una empresa importante, estudios de maestría y respaldados con dos idiomas que habla y entiende a la perfección. Vive sola y los fines de semana divide su tiempo entre las parrandas de la oficina y las visitas a sus padres a las afueras de la ciudad. Adora a sus padres, pero las cosas han cambiado mucho en esas visitas. Ambos ancianos y enfermos, nada más verla llegar, se suben al automóvil y parten a un balneario, a la playa cercana, a que les de un poco de sol y no atrofiarse. La casa, el hogar, queda siempre vacío. Por otro lado no tiene pareja, ¿Cómo hacerlo? Si sus largas jornadas de trabajo a duras penas le dejan tiempo para intercambiar información personal. Todo son cifras, proyectos, planeación y logística. Y los viernes de antro con los compañeros de oficina son imposibles.

Tal para cual

Él tenía un extraño padecimiento. Sufría dislexia amorosa, es decir, hacía una mezcla entre el sentimiento y la demostración de este. Digamos que una mujer le era completamente indiferente. Supongamos que incluso sentía cierta antipatía por ella. Pues bien, comenzaba a acercarse y a hablarle, a llamar su atención, a enviarle mensajes constantemente y con ello lograba fastidiarla a tal grado que algunas incluso llegaron a levantarle actas por acoso. Así terminaban completamente alejadas de él. Pero si por el contrario la chica en cuestión le atraía, eran compatibles intelectual y sexualmente y se sentía compenetrado. Se alejaba, se volvía callado y arisco, no tenía ni la más mínima atención en llamarle o saber de ella, mucho menos expresarle con palabras todo ese sentimiento que tal intimidad le provocaba. Un día de tantos encontró al amor de su vida. Ciertamente era una joven extraordinaria, llena de brillo, inteligente sin caer en el aburrimiento y bien formada sin llegar a la

Marte y venus

Hace mucho tiempo que no sentía estas ganas tan poderosas de coger con una mujer. Y no es que no sintiera ganas, ¿me explico? Porque quién se resiste ante un buen par de tetas que pasan en ese momento por la calle ¡Quién puede! O una piernas bien torneadas que distraídamente se suben a una banqueta dejando al descubierto un infinito que se antoja penetrable. O unas nalgas amasables que con un corazón perfectamente diseñado invitan a la cabalgata. ¡Ah, cuántas veces a lo largo del día observo y sueño con las mujeres deseables que se cruzan en mi camino! Pero unas ganas tan intensas como las que he sentido por ésta, la necesidad de acercarme y sonreírle, de descubrir el tono de su voz haciéndole una pregunta absurda, de distraídamente rosar sus senos y después de la intrepidez darme cuenta que le gusta y le gusto y que habiendo derribado la muralla del anonimato, preguntarle su nombre, teléfono, ocupación, no sé, simplemente saber quién es ella. Invitarla a cenar y terminar cabalg

La chica del jueves

Ella es la chica de los jueves. Con su voz cantarina y sus palabras divertidas me ayuda a terminar la semana pensando en ella porque siempre que hablamos me llena de energía, de palabrería sin sentido, de ganas de escucharla nada más por el simple placer de escuchar ese tono que llena mis oídos de música. No la recuerdo, incluso ni de su nombre me acuerdo. Sólo marco su número de memoria porque sé que del otro lado la sonrisa pronta me está esperando. Pero no piensen mal, también tengo una chica de los lunes, una dama de los martes, una cómplice de los miércoles, mi amiga de los viernes, mis amantes de sábado y domingo y entre semana y horas perdidas, está la casada aburrida, la soltera deseosa, la divorciada vengativa. Pero mi chica de los jueves me devuelve la alegría, y me hace sonreír. Sin ella estoy perdido, sin las demás también.

Mi familia de a poco se me ha ido acabando

Al principio de los días de los que tengo todavía recuerdos, las ausencias parecían una consecuencia natural de una existencia cansada; mi abuelo Carlos. La sorpresa cubrió nuestros rostros pero la cara de la muerte ya aparecía hacía muchos años en sus facciones. Mujer llena de vida, de sonrisa amorosa, de hijos muchos y manos que nos agarraban los cachetes regordetes, ella fue la más risueña pero también la que se acabó en un tris sin avisar; mi tía Chave. Al poco tiempo una enfermedad, el recuerdo de la sonrisa franca, el olor, ese olor penetrante y que siempre me hace recordarlo, el aroma de cuero trabajado, la piel troquelada, las correas bien sujetas de las sillas de montar, cinturones y fundas de piel que hacía papá huesito ahí apartado en su taller de trabajo, lejos, muy lejos en un pueblo de nombre difícil de pronunciar y en donde también con su deceso, fue arrancado de su gente, de su terruño, de sus costumbres para venir a terminar sus días en esta ciudad caótica y que po