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Mostrando entradas de agosto, 2011

Súplica

Pidiendo un favor escribo, que no se me tenga compasión. Mis ojos no se plagan de llanto, mis desvelos no existen, no estoy muerta en vida, no suspiro de amor. Con ojos acusadores, buscan al culpable de mi soltería, ese culpable no existe, si acaso, soy yo misma la única responsable. Y no es porque la entrega no haya sido completa y plena, y mi ser y atención hayan sido para un él que existió, ese no es el punto. Creo que si somos capaces de amar, también deberíamos ser capaces de alejarnos cuando el amor es tanto que nos olvidamos de nosotros mismos y entregamos y entregamos. Así que la única responsable del desamor soy yo misma por mis ganas de ya no dar, de simplemente querer recibir. Por eso alejen las miradas violentas, los reclamos injustos, las ganas de proteger a la amiga y salvar a la solterona. Solo en mi existe este caudal de amor tan grande que satisfecha y feliz, lo confieso, lo sigo conservando para mi, para mis ensueños, en mis madrugadas insomnes y en mis despertar

Amor a mi

El amor nos torna ciegos y nos llena de deseos, aparece disfrazado de completud y poco a poco nos va quitando vida, libertad, existencia. El desamor nos pone absurdos, tristes y desvalidos, sufrimos por lo que tenemos, esa hermosa libertad de acción, pero no la disfrutamos, la sufrimos. La tristeza se instala en los huesos, nos va quitando visión, se instala en nuestra cama y ahí nos tiene atenazados. Nos cuesta trabajo respirarnos. Todos estos estados son por falta de caricia, de rozar otras historias, de saber de otras soledades. Y por fin encontramos a la eterna amante, a quien nos saca de todos estos sinsentidos, de estas banalidades que nada nos dejan y mucho nos cuestan en dinero, en atenciones, en entregarse. La soledad es el estado más satisfactorio del ser humano, siempre y cuando se sepa disfrutar.

Soy Natalia y soy hablólica

Me llevó algo de tiempo entenderlo pero hoy descubro y acepto que soy hablólica. No sé qué tanto sea dañina esta condición para mi salud emocional o para la estabilidad mental de los que me rodean pero si en algo ayuda y sirve de disculpa, que me perdonen todos, hablo y hablo y hablo y hablo. Pero lo afortunado del descubrimiento es que lo observé justo en el momento en que esta enfermedad ya estaba claudicando, vencida por la falta del caldo de cultivo que la motivaba y la alimentaba y cansada de no ser utilizada. Sí, soy una hablólica pero esto se está terminando y vuelvo a mis raíces en donde sólo imaginaba cosas, me las contaba y las encontraba interesantes y divertidas. Esto es porque cada vez hay menos alrededor que quieran escuchar, que sepan replicar, que atiendan al reclamo y protesten las tonterías que de mi boca salen. Hoy me declaro hablólica justo en el momento en que ya no tengo nada qué decir a nadie.