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Mostrando entradas de agosto, 2008

Son las ocho de la mañana

Son las ocho de la mañana, intento desperezarme y algo me lo impide, siento el hormigueo que en el brazo me ha causado la inmovilidad y mi primera reacción, como ocurre en estos casos es la esperada pregunta: ¿Dónde estoy? A mi lado ella respira tranquilamente y al sentir el movimiento sólo atina a reacomodarse en mi brazo cansado y seguir durmiendo tan plácidamente como supongo, ya tiene rato haciéndolo. A la altura de mi mano, esa otra también siente el movimiento y con una sonrisa enigmática se da la vuelta para acomodarse nuevamente pero sin despertar, y seguir soñando no sé con qué pero debe ser un sueño bueno porque la sonrisa no se borra de su rostro. La siguiente pregunta también es esperada: ¿Qué hice? Hago una recapitulación y todo me queda muy claro: Una reunión, varios amigos, unos llegan, otros se van temprano, otros llegan tarde y se despiden tarde y todo por el placer de festejar a la querida amiga que acumula trescientos sesenta y cinco días más a su existencia y la int