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Mostrando entradas de octubre, 2007

La tierra prometida

Su cara reflejaba toda la tristeza y desesperanza que había acumulado en ese cansado cuerpo a lo largo del día, ese cansancio y esa tristeza lo orillaron a tomar tan drástica decisión. Entró a la casa y con el poco aliento que le quedaba le soltó la propuesta a su esposa, más como una orden que como un tema a discutir. -¡Ya no podemos seguir aquí, NOS VAMOS!- Los ojos de ella se rasaron, su cuerpo perdió el escaso peso que le quedaba y poco a poco cayó sentada sobre el viejo catre que rechinó tan lastimeramente como la mirada de ambos. -¿Estás seguro? ¡Yo no se si llegue!- -¿Y ya qué perdemos? Yo prefiero morir en el intento que quedarme aquí sentado esperando la muerte, pero sabes que te quiero y no me quiero ir solo, no podría hacerlo. ¡Ya lo hemos intentado todo!- Y era más que la verdad. Sólo Dios sabía cuanto habían hecho por salir adelante de esa terrible pobreza; las grandes y pequeñas empresas que habían emprendido para tener un pan que llevarse a la boca. Ya nada los ataba a e

Me gustan los hombres de bigote.

He llegado a la conclusión de que me gustan los hombres de bigote. Creo que un buen mostacho tiene mucho qué ofrecer en una relación. Hay bigotes anchos, otros delgados, pero todos hacen cosquillas al besar, segunda cosa que me encanta (los besos por supuesto). Los bigotes niños apenas y despuntan, pero le dan cierto aire de madures al portador, los anchos y obscuros, me hacen pensar en un hombre serio, muy formal, los delgados me evocan, no se por qué, la imagen de un Don Juan empedernido, será porque Pedro Infante casi siempre portaba bigote escaso. ¿Pero qué es lo interesante de un bigote además del marco que le da al rostro del portador? Como ya lo dije, de principio el beso, que se vuelve toda una experiencia erótica cuando va unido a un buen bigote, las sensaciones tan intensas que puede tener la piel cuando ese mismo bigote recorre con besos pequeños toda la anatomía, el sentir un suave rose en cualquier parte del cuerpo con esa escobetilla puede incluso ser el pase al cielo. El

A Juan Rulfo le tembló la mano.

Yo conocí a Juan Rulfo; apareció en mi vida súbitamente y por un medio tan poco utilizado por un personaje como él, considerado todo un intelectual, que aun ahora las dudas llenan mi cabeza respecto a su identidad. Lo conocí, escritor aficionado, si, pareciera absurdo, pero era aficionado, enamorado de las letras, buscador de su amada, esa que sería la real, la verdadera, se declaró relator de ficciones y fantasías vividas. Era ya mayor cuando lo conocí, me sorprendieron sus escritos tan lejanos y diferentes a los anteriores, a los que de niña leía en la escuela, me sorprendió su voz, tan diferente a la suya, me atrapó su nick tan compacto y diferente a su nombre, a ese nombre conocido por todos, probablemente en el quiso encerrar algo de su art (si está bien escrito, llegué a la conclusión de que daba nombre a su arte en inglés o , por extraño que parezca, era aficionado a los westerns). Conocí a Juan y me enamoré de él poco a poco, tras algunas pláticas nos hicimos amigos y terminam

Una vida como tantas.

Haciendo un análisis respecto a mi vida, no puedo más que confirmar lo que ya había alcanzado a vislumbrar desde mi más temprana juventud; el ser diferente es un riesgo, pero creo que hasta el día de hoy lo he sabido afrontar con todas las satisfacciones y consecuencias que ello implica. No considero que en esta reflexión la palabra malo o bueno quepa, ya que considero que no se juzgan los actos, simplemente se llevan a cabo. Tampoco pretendo dar una cátedra respecto a cómo vivir la vida ni mucho menos, ya que las experiencias que he ido acumulando a lo largo de estos años, son mías, son personales y aunque me encantaría compartirlas porque han sido completamente satisfactorias las buenas y tristemente duras las malas, aún y su gran carga de consecuencias, es mi experiencia de vida. Pero, si alguien me preguntara en este momento si me arrepiento de algo de lo que he vivido, definitivamente diría que no, que excepto ese negrito en el arroz que mancha mi experiencia de vida, no me arrepi

No soy yo.

Por supuesto que la de la foto no soy yo, a mis 40 sería imposible que me hiciera un tatuaje como este.