Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2012

Epifanía de mujer

La revelación surgió desde el pasado sin tiempo, de una historia cotidiana, de una mujer que ama, amó y sigue amando. La mujer ama con todo, con el cuerpo, con la mente y la pierde en el éxtasis, con hijos, sin ellos, sobre ellos. Es juzgada, colgada y apedreada cuando antepone el amos a todo lo que la rodea. Esa mujer, la que ama, es el resultado de un corazón desbordado que se entrega a la desmedida, a querer borrar una historia en donde está instalada en un altar en donde no come, fornica, degusta. Ella misma tiene resacas, suda, huele mal cuando no se baña. Es, ha sido y será la mujer que ama criticada, sacrificada, ultrajada y apedreada. La incomprendida y sin futuro. Pero el tiempo ha marcado a cierto tipo de mujeres que siguen perviviendo a la mutilación del don prometido, a la inteligencia desdeñada no por ellas, por los que creen que unas curvas sólo son eso, unas curvas. La mujer inteligente que ama se mide al tu por tu con su pareja, la cuestiona y la critica. Le e

Una simple hoja

Sentada delante de su computadora, por primera vez en la vida se enfrentó a la hoja electrónica en blanco. ¿Sería así al escribir en una vieja máquina de escribir? Ya se había cansado de teclear y teclear al amor, al desamor, a la soledad, a la esperanza. ¿Por qué todos sus textos tendrían qué girar en torno a una ganancia o una pérdida? Al amor encontrado que no había podido ser amor. Al amor perdido que tampoco había sido amor. Al amor verdadero que por supuesto nunca sería carnal. Al amor por el simple placer de tenerlo y perderlo. Al amor cuando es desamor. Sus historias las vomitaba así, sin pensar, escupiendo letra a letra, palabra por palabra primero sin sentido y después dando poco a poco forma. Un amigo le comentó en una ocasión. “¿Te digo la verdad? Yo creo que siempre escribes cuando estás borracha. La risa le dolió hasta las costillas y las lágrimas divertidas se hicieron presentes. Si él supiera que todos esos textos salían de su mayor sobriedad, la que l

Nuestra historia

Esta historia se comenzó a escribir mucho antes de que existiera la escritura. Antes de todos los tiempos, de nuestra vida misma. Almas gemelas nos reconocemos y miramos hacia un mismo lado. ¿Pero qué lado es ese? ¿Acaso el mirar hacia el mismo lado nos está llevando a no mirarnos a nosotros mismo, a no encontrarnos? Tu eres todo lo que necesito, pienso y sueño. Quien por fin no derriba mi autoestima y me hace sentir grandiosa, incomparable, maravillosa y única. Yo soy todo lo que has soñado siendo únicamente para ti, alegre, divertida, fiel, confidente. Por desgracia este tiempo no es nuestro tiempo. Nuestro amor inigualable y más allá de las historias románticas todavía no está escrito porque somos tan iguales y tan diferentes que ambos miramos al mismo lado, pero todavía es un lado diferente. Pero ya no espero, ya no te espero. Eres lo que eres y llegarás cuando tengas qué hacerlo, y yo, necia y alocada, entregada y antigua, sigo siendo lo que soy pero sé que no aparecerás

Día de fiesta

Llegué todavía con el polvo en los zapatos. Las calles adornadas de papel de china, los chiquillos limpios con sus ropas nuevas, las mujeres casaderas con esa sonrisa de esperanza al saber que ese día, sería su día de conquista. La alegría me invadió, el cansancio simplemente desapareció del cuerpo y con paso rápido casi corrí al hogar. Abrí la puerta y el silencio me recibió con los brazos abiertos. Nuestra sala, nuestro comedor, nuestra recámara, todo intacto como aquél día. Grité su nombre y me dolió el pecho. Lo busqué en todos aquellos rincones de la casa en donde la pasión nos sorprendió desprevenidos. Miré debajo de las camas por si aquella fobia de sentirse sorprendido seguía persiguiéndole. Dejé la valija en la cama y soportando ese viejo rechinido que tantos recuerdos me traía, me senté a pensar. Y ahora, ¿qué hacer? Yo con tantas ganas de soprenderlo y el nuevamente me sorprendía. La puerta se abrió de repente y un par de risas desenfrenadas llenaron la casa. C

Veo, veo

Te veo, sonrio. ¿Dónde habías estado? Seducción ilimitada, entrega a cuenta gotas. Caminamos acodados, platicamos enconados. Preguntas respondo, pregunto, silencio. Mi falda al vuelo tiembla bajo tus ojos. Tu pantalón ajustado se inflama ante los mios. ¿Amor? ¡Qué va! si no nos conocemos. Simple calentura por poseernos. ¿Ya te vas? ¿A qué me quedo? ¿A ver tu verdadero yo desmañanado? Salgo presurosa sin tirarte una última mirada. Rebusco, urgo, mi bolsa se vuelve eterna. No, no está, lo olvidé. Olvidé preguntar tu nombre.