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Mostrando entradas de junio, 2011

Cuando no se puede dejar a alguien

Madreada y mancillada se arrastró como pudo al baño a vomitar la poca dignidad que le quedaba. ¿Dónde se perdió? ¿En qué momento dejó de pensar en ella para terminar entregándose; o para decirlo con verdad, rogándole que la amara? Ya hacía tiempo que en cada encuentro descubría en él el hastío, en ella el fingimiento y en esa cama que antes era sagrada, una conjunción de puterías y sadismo, de cuerpos sin sentido y entrega sin significado. Regresó a la cama con el estómago vacío y el cuerpo sin alma. Se recostó a su lado y sintió el frío que se colaba no por la sábana minúscula que antes tan perfectamente compartían y que ahora a tirones y jalones se arrebataban, sino que salía del cuerpo indiferente de él, de su propio cuerpo y de tantas ganas que tenían ambos de salir huyendo de ese fingimiento. Ella, fuerte y resistente como siempre simuló dormir y él, cínico e indiferente de verdad durmió a pierna suelta sin importarle nada. Sólo después de un breve sueño que pareció realidad, ella