Ir al contenido principal

Nuestra historia

Esta historia se comenzó a escribir mucho antes de que existiera la escritura. Antes de todos los tiempos, de nuestra vida misma.

Almas gemelas nos reconocemos y miramos hacia un mismo lado. ¿Pero qué lado es ese? ¿Acaso el mirar hacia el mismo lado nos está llevando a no mirarnos a nosotros mismo, a no encontrarnos?

Tu eres todo lo que necesito, pienso y sueño. Quien por fin no derriba mi autoestima y me hace sentir grandiosa, incomparable, maravillosa y única.

Yo soy todo lo que has soñado siendo únicamente para ti, alegre, divertida, fiel, confidente.

Por desgracia este tiempo no es nuestro tiempo. Nuestro amor inigualable y más allá de las historias románticas todavía no está escrito porque somos tan iguales y tan diferentes que ambos miramos al mismo lado, pero todavía es un lado diferente.

Pero ya no espero, ya no te espero. Eres lo que eres y llegarás cuando tengas qué hacerlo, y yo, necia y alocada, entregada y antigua, sigo siendo lo que soy pero sé que no aparecerás de la nada o a la vuelta de la esquina. No eres ese cotidiano que me da los buenos días por la mañana, mucho menos eres un montón de cualidades vomitadas en un perfil inventado en donde ahora que me leo, tampoco soy yo misma a la que describo.

¿Cómo definir que me gustan los amaneceres hogareños, los detalles insignificantes, la voz melodiosa y el aroma inconfundible, si todas esas cualidades no se pueden describir en un perfil virtual?

Quiero tu olor a... ¿lima, lavanda, tabaco? Y si ese no es tu aroma, y si ese no es el olor que busco.

Así desisto y me aferro a mi libertad. A esta que me deja disfrutar lo que tengo y amar intensamente a quienes me rodean en el espacio que ocupan.

Ese, el amor, no me ha abandonado. Es sólo la pasión de la entrega que se convierte en amor y nos vuelve estúpidos lo que ya no existe y así, objetiva y distante de la estupidez, fluye la mente y vuelvo a pensar que eres ese que mira hacia mi mismo horizonte y por eso, no me has observado.

¿Coincidiremos? No lo se, y poco importa ya. Porque en el camino, han ocupado tu espacio otros que fingieron ser tu, y que lejos de igualarte, me demostraron lo único que eres, lo irrepetible que somos estando juntos y lo absurdo que es querer llenar tu hueco con burdas imitaciones.

En fin, podría decir que te amo, pero cómo saberlo. Necesito descubrir tu mirada para comprobarlo.

Hoy quise saber de ti, y solo pude imaginar tu recuerdo, ese que todavía no tengo. Y que tantas veces he repetido.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Me gustan los hombres de bigote.

He llegado a la conclusión de que me gustan los hombres de bigote. Creo que un buen mostacho tiene mucho qué ofrecer en una relación. Hay bigotes anchos, otros delgados, pero todos hacen cosquillas al besar, segunda cosa que me encanta (los besos por supuesto). Los bigotes niños apenas y despuntan, pero le dan cierto aire de madures al portador, los anchos y obscuros, me hacen pensar en un hombre serio, muy formal, los delgados me evocan, no se por qué, la imagen de un Don Juan empedernido, será porque Pedro Infante casi siempre portaba bigote escaso. ¿Pero qué es lo interesante de un bigote además del marco que le da al rostro del portador? Como ya lo dije, de principio el beso, que se vuelve toda una experiencia erótica cuando va unido a un buen bigote, las sensaciones tan intensas que puede tener la piel cuando ese mismo bigote recorre con besos pequeños toda la anatomía, el sentir un suave rose en cualquier parte del cuerpo con esa escobetilla puede incluso ser el pase al cielo. El

Carta apócrifa, que no espuria de Pedro Armendaris a Natalia la primera

Mi muy amada Natalita: Discúlpeme lo tarde en que le doy respuesta a su último mensaje. No tengo una razón lo suficientemente de peso para no haberme aplicado a la tarea de darle respuesta pronta porque bien sabe que el saber de usted me mueve a querer correr a su lado y no nada más a dedicarle unas cuantas letras. También no le puedo mentir, me conoce hombre de ocupaciones absorbentes y el ser figura pública me hace desentenderme de mis otras actividades privadas que usted tan bien conoce. Pero me sabe ferviente admirador que soy de usted y de su persona y el tiempo se me hace eterno para poder sentarme y escribirle como usted se merece, con el corazón en la mano. Porque de todos los habitantes del planeta sólo usted Natalita me conoce en el fondo y sabe de mis quebrantos, de este aferrarme a querer ocultar lo emocional que a veces me torno y que el personaje dista mucho del hombre sensible que soy en realidad. Y así como me oculto sensible, también tengo que ocultar este amor t

¿Jugamos a las muñecas?

Desde niña me gustaron las muñecas. No se qué extraña sensación protectora despertaban en mi que me hacían sentir la dueña de la situación y la que ponía las reglas cuando con ellas jugaba a la casita, a tomar el té o a bañarlas y cambiarlas. Las muñecas siempre fueron mi pasión y mi padre la alentaba regalándome una diferente, la más moderna, la más sofisticada o la más antigua en cada uno de mis cumpleaños hasta que llegué a los diez. A partir de ese año, ni las muñecas nuevas ni mi padre volvieron a aparecer en mi vida porque decidió dejarnos. A raíz de eso mi madre se volvió visible porque antes sólo era la que mantenía la casa limpia, la que me bañaba y arropaba por las noches y la que siempre estaba ahí como testigo silencioso de mis juegos. Nunca abrió la boca para decirme si me quería o no. Del silencio pasó al abandono. Comenzó con un trago a media tarde para poder relajarse y conciliar el suelo, después uno en las mañanas para afrontar el duro trabajo de costurera que había t