Abandonada y triste quedo sola en esta inmensa cama en la que la batalla ha concluido. Sólo las sábanas quedan como testigo de la cruenta lucha que hemos sostenido. El cuerpo adolorido resiente los golpes, las fricciones, las succiones que poco a poco van dejando el cuerpo amoratado. Soy víctima de tu vandalismo. Como cruel verdugo aplicaste una a una las cientos de técnicas de tortura que tu mente perturbada ha imaginado después de tantos años de deseo frustrado, de lejanía cercana, de mensajes y palabras que sólo lanzabas al viento. De improviso, abres la puerta de la ducha. Observo tus ojos refulgentes, me arremolino nuevamente entre las sábanas, únicas protectoras de este cuerpo avejentado y dolido. Vuelves a atacar a esta triste mujer sometida, vuelves a quitarme la vida. Y en esta muerte pequeña, una sonrisa masoquista asoma en mi rostro, estoy vencida.
Mis historias de todo y de nada