Hoy tuve unos deseos inmensos de sumergirme en las aguas de este lago y ser bañada por los rayos de la luna.
Que dos luceros me contemplaran atrapados en mi cintura, mientras lago y luna inundan mi cuerpo de quietud, paz, tranquilidad.
Los luceros se extienden y al alargarse, en dos poderosas manos se convierten, con las que me transportan, me elevan a las inmensidades del infinito y así, en este vuelo vulnerable pierdo el sentido del tiempo.
Me dividen, me divides, una, dos, más subdivisiones, menos partículas y así, me conviertes en polvo de estrellas, en mínima materia, en parte de este cosmos en el que poco somos y nada valemos.
La caída es inminente y con tu cuerpo protector, me envuelves y así amortiguas la nueva zambullida en estas aguas frías que poco merman el fuego que propició la fricción de nuestros cuerpos con la atmósfera.
Nos sumergimos, nadamos, buceamos y salimos a dar bocanadas de aire y entre cada bocanada y cada resurgir nos sentimos en este doble vivir entre la vida y la muerte.
Poco a poco las fuerzas nos abandonan, el cuerpo languidece y los cientos de moléculas que alguna vez vivieron y convivieron gracias a la “Divina partícula”, ahora habitan un mundo cósmico en el que poco importa todo y todo importa enormemente. Estamos separados en milésimas partes pero no por ello divididos.
Un destello de luz ilumina tu inmensidad, una grieta de dulzura inunda mi misterio y así, permanecemos en contemplación de lo que nunca ha sido, de dos seres mitológicos y absurdos.
Ya te amo.
Que dos luceros me contemplaran atrapados en mi cintura, mientras lago y luna inundan mi cuerpo de quietud, paz, tranquilidad.
Los luceros se extienden y al alargarse, en dos poderosas manos se convierten, con las que me transportan, me elevan a las inmensidades del infinito y así, en este vuelo vulnerable pierdo el sentido del tiempo.
Me dividen, me divides, una, dos, más subdivisiones, menos partículas y así, me conviertes en polvo de estrellas, en mínima materia, en parte de este cosmos en el que poco somos y nada valemos.
La caída es inminente y con tu cuerpo protector, me envuelves y así amortiguas la nueva zambullida en estas aguas frías que poco merman el fuego que propició la fricción de nuestros cuerpos con la atmósfera.
Nos sumergimos, nadamos, buceamos y salimos a dar bocanadas de aire y entre cada bocanada y cada resurgir nos sentimos en este doble vivir entre la vida y la muerte.
Poco a poco las fuerzas nos abandonan, el cuerpo languidece y los cientos de moléculas que alguna vez vivieron y convivieron gracias a la “Divina partícula”, ahora habitan un mundo cósmico en el que poco importa todo y todo importa enormemente. Estamos separados en milésimas partes pero no por ello divididos.
Un destello de luz ilumina tu inmensidad, una grieta de dulzura inunda mi misterio y así, permanecemos en contemplación de lo que nunca ha sido, de dos seres mitológicos y absurdos.
Ya te amo.
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