La primera vez, él la amó hasta el dolor. Era tanto lo que sentía por ella que cuando no la pudo tener, el dolor lo llevó a perderse de si mismo.
La segunda vez, ella estaba sola, retomando la libertad que da el terminar con una historia compartida que sólo le dejó una baja autoestima, muchos sueños rotos y más desencantos amorosos. Él era casado y no pudo reconquistarla.
La tercera vez él dio por terminada una vida llena de problemas, reclamos, pleitos. Pensó que siendo libre podría ahora sí, cumplir ese sueño tantas veces deseado. Ella ya amaba a otro.
Cuando por fin se vieron solos, con los corazones maduros, los cuerpos intactos, las ganas confrontadas, lo intentaron.
Ella le contó su historia, de sus males físicos y de salud, de lo mucho que amaba a quien había querido amar, de lo difícil que era olvidar pero también que sabía que eran muy afines y quién sabe.
Él le confesó sus temores, lo mucho que la había amado y lo poco que todavía quedaba de aquello. Pero que ella seguía siendo su amor imposible, ese tal vez que siempre estaba latente, esas ganas que tenía de protegerla y de entregarle todo lo que no había podido darle.
Durmieron abrazados y a la mitad de la noche cada uno volteó al lado contrario de la cama. Estaban tan acostumbrados a dormir cada uno con su soledad, que les era imposible dormir cercanos. Aún así, algo estaba creciendo entre ellos, que los unía sin siquiera darse cuenta.
Casi, casi era algo parecido al amor.
La segunda vez, ella estaba sola, retomando la libertad que da el terminar con una historia compartida que sólo le dejó una baja autoestima, muchos sueños rotos y más desencantos amorosos. Él era casado y no pudo reconquistarla.
La tercera vez él dio por terminada una vida llena de problemas, reclamos, pleitos. Pensó que siendo libre podría ahora sí, cumplir ese sueño tantas veces deseado. Ella ya amaba a otro.
Cuando por fin se vieron solos, con los corazones maduros, los cuerpos intactos, las ganas confrontadas, lo intentaron.
Ella le contó su historia, de sus males físicos y de salud, de lo mucho que amaba a quien había querido amar, de lo difícil que era olvidar pero también que sabía que eran muy afines y quién sabe.
Él le confesó sus temores, lo mucho que la había amado y lo poco que todavía quedaba de aquello. Pero que ella seguía siendo su amor imposible, ese tal vez que siempre estaba latente, esas ganas que tenía de protegerla y de entregarle todo lo que no había podido darle.
Durmieron abrazados y a la mitad de la noche cada uno volteó al lado contrario de la cama. Estaban tan acostumbrados a dormir cada uno con su soledad, que les era imposible dormir cercanos. Aún así, algo estaba creciendo entre ellos, que los unía sin siquiera darse cuenta.
Casi, casi era algo parecido al amor.
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