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Son las ocho de la mañana


Son las ocho de la mañana, intento desperezarme y algo me lo impide, siento el hormigueo que en el brazo me ha causado la inmovilidad y mi primera reacción, como ocurre en estos casos es la esperada pregunta: ¿Dónde estoy?
A mi lado ella respira tranquilamente y al sentir el movimiento sólo atina a reacomodarse en mi brazo cansado y seguir durmiendo tan plácidamente como supongo, ya tiene rato haciéndolo. A la altura de mi mano, esa otra también siente el movimiento y con una sonrisa enigmática se da la vuelta para acomodarse nuevamente pero sin despertar, y seguir soñando no sé con qué pero debe ser un sueño bueno porque la sonrisa no se borra de su rostro.
La siguiente pregunta también es esperada: ¿Qué hice?

Hago una recapitulación y todo me queda muy claro: Una reunión, varios amigos, unos llegan, otros se van temprano, otros llegan tarde y se despiden tarde y todo por el placer de festejar a la querida amiga que acumula trescientos sesenta y cinco días más a su existencia y la intención de agasajarla dedicándole un fin de semana intenso. A estas alturas ya no sé de qué grado de intensidad estamos hablando y si es la de Richter o Mercalli.

Recuerdo que almorzamos opíparamente y tarde, platicamos de mil cosas, nos divertimos de lo lindo con esta aventura que hemos emprendido desde ya hace algunos meses de reunirnos y conocernos, de platicarnos, apoyarnos, escucharnos, leernos y en fin, hacer un grupo que ahora sí considero en extremo maduro y abierto. Salieron a relucir las anécdotas personales pero como era temprano todavía no teníamos intención de hacer la catarsis.

Decidimos movernos del lugar porque ya el panorama estaba más que visto y el menú ya no nos daba para más, así es que del centro corrimos al sur haciendo escala en una tienda departamental cumpliendo caprichitos de los foráneos que sólo cuando vienen al D.F. pueden llenar la despensa, hacer las compras económicas, conseguir lo que en sus localidades no hay y en fin, cubrimos la lista del súper.

Nuestra aventura nos llevó ahora al sur, queríamos ver una película pero el tiempo ya no nos daba para ello, así es que por decisión unánime y para no desentonar comenzamos a chelear en un bar agradable en donde la música de los 80’s nos transportó a todos a otro tiempo y espacio.
Otra llegada, más pláticas, otra despedida y a tomar rumbo porque la fiesta seguía.

Todos íbamos contentos, la festejada por su puesto que era la más emocionada y por ello no reparamos en la lluvia, el frío, lo lejano de nuestro destino final y mucho menos en el retorno, no nos importó que ninguno de los juerguistas lleváramos en esta ocasión automóvil y eso nos obligaría a una retirada tempranera, nadie se percató tampoco de lo lluvioso del clima y lo difícil que sería al siguiente día retornar a nuestros domicilios; pero para qué adelantar.

Llegamos y fue la misma historia de anteriores visitas, mucha música, más lecturas, revelaciones increíbles que como gurú les enseñé a consultar en los libros de poesía y en donde la respuesta a todas las preguntas está en los libros, en todos.
También no podía faltar la catarsis, las viejas historias de nuestras pérdidas que entre todos ya eran bastantes y acumulativas, entre historia e historia el rico pastelito con velas y pese a lo pequeño del detalle, a todos nos tocó una mordida, más historias, más botana y mucho más alcohol que me hizo pensar que me estoy volviendo alcohólico social porque siempre arrasamos con todo lo que encontramos y por supuesto, nos relajamos.

Es curioso cómo de repente me sentí en fiesta de adolescentes, inventando juegos absurdos con preguntas indiscretas y muchas veces incluso reveladoras, pero como buenos adultos responsables, todos tomamos las cosas como fueron, como un juego en el que cada uno sabía qué quería saber o qué no debía contestar, también me sorprendió el que nadie recibiera un castigo porque nadie se negó a contestar preguntas tan comprometedoras como: la primera vez, el primer beso, la posición favorita, la mujer ideal, el hombre perfecto, las fantasías eróticas preferidas…
Aquí ya no me queda todo claro, alguien hizo esta última pregunta respecto a las fantasías y todos coincidimos en que el ideal era un trío con dos mujeres y un hombre, después de esto todo se repite una y otra vez, que si las mujeres son friolentas, que si los hombres son machos aguantadores y por eso no tienen frío, que por qué las mujeres si tienen frío y los hombres no, y esto se me repite una y otra y otra y otra y otra vez. Me quedé pensando en la fantasía de dormir con dos mujeres y la historia del frío y el calor y ahora estoy en este punto porque todo me quedó borrado, desperté y me encontré así, compartiendo el lecho con dos mujeres. No me acuerdo de nada, nuestro anfitrión mucho menos y sólo atino a darme cuenta de que mi fantasía se ha cumplido, desperté en la cama con dos mujeres y no tengo ni la menor idea de qué pasó en esta gélida madrugada.
Lo único que sé es que no tuve frío.

Comentarios

Edgar Paul Palacios Reyes ha dicho que…
pos a qui saludando... solo eso...

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