Ir al contenido principal

Receta de amor sin culpa, o las galletas Anita sin chochitos


Ingredientes:
Una mujer de mente abierta
Un hombre que no sea machista. (Si se le dificulta encontrar uno fresco, puede conseguirlo congelado, aunque el resultado no es el mismo).
Una buena dosis de deseo.
La llamarada suficiente de la pasión para una sola noche.
Un toque de perfume en ambas piezas de carne
El recipiente adecuado para la preparación (de preferencia en donde la carne pueda tener amplitud porque tiende a expandirse).
Deje ambas piezas de carne marinar durante 24 horas bañándolas constantemente de literatura erótica. Tenga mucho cuidado de que este marinado sea de la más fina cosecha, ya que si se llega a utilizar una de menor calidad, como la literatura meramente pornográfica, corre el riesgo de que el macho se pase de macerado y pierda sus jugos, lo que le da un toque medio de desencanto al guisado. Ya ablandados y en su punto, colóquelos en el recipiente que se ha elegido para preparar la mezcla y proceda a suavizar la carne con mucha paciencia. Recuerde que como todas las recetas, esta requiere de mucha dedicación y los tiempos son importantes. Tome a la mujer de mente abierta, con un poco de ingenio y condescendencia vaya quitando poco a poco las capas de desconfianza y una vez que haya llegado al corazón la pieza está a punto para ser completamente manejable. Al macho, espolvoréelo de poses sugestivas, llénelo de frases impúdicas y palabras vulgares, hágale creer que es el único y el más maravilloso hombre sobre la tierra y estará al dente para ser comido. Mézclelos constantemente, una y separe las carnes para que ambas queden impregnadas en sus propios jugos y una vez que perciba un olor a fluidos inminentes, deje reposar. No olvide en ese momento ponerlos uno frente a los ojos de otro; esto le dará al guisado una mejor presentación y con ello será la envidia de sus invitados. Sírvalos todavía en su punto y al final, téngalo por seguro que todo el licor de amor que obtendrá de este platillo no le será suficiente para querer repetirlo por el resto de su vida. Opcional. Si el resultado es un platillo de buen sabor, pero de poca consistencia, intente cambiar una pieza de carne por otra e incluso ambas, sólo los ojos expertos le dirán cuando la combinación de jugos, fuegos, sabores y fluidos sea la adecuada para lograr el resultado esperado.
Si esto no es una rebelión de imágenes, cambie de canal al de Noticias del mundo.

Comentarios

miss Paloma. ha dicho que…
hola Nati que pasa esas ideas tienen que escribirse no las dejes divagando entre la razon y el sueño, te extrañamos abrazos y parabienes.
Edgar Paul Palacios Reyes ha dicho que…
pos a mi s eme cuajó el asunto ja ja ja
lichazul ha dicho que…
nata

acá se llaman DELICIAS
y son como su nomsbre lo dice jijiji
claro que si uno come muchas
las delicias se transforman en kilokaloriaskolericas jajajaja

muakismuakis

Entradas populares de este blog

Me gustan los hombres de bigote.

He llegado a la conclusión de que me gustan los hombres de bigote. Creo que un buen mostacho tiene mucho qué ofrecer en una relación. Hay bigotes anchos, otros delgados, pero todos hacen cosquillas al besar, segunda cosa que me encanta (los besos por supuesto). Los bigotes niños apenas y despuntan, pero le dan cierto aire de madures al portador, los anchos y obscuros, me hacen pensar en un hombre serio, muy formal, los delgados me evocan, no se por qué, la imagen de un Don Juan empedernido, será porque Pedro Infante casi siempre portaba bigote escaso. ¿Pero qué es lo interesante de un bigote además del marco que le da al rostro del portador? Como ya lo dije, de principio el beso, que se vuelve toda una experiencia erótica cuando va unido a un buen bigote, las sensaciones tan intensas que puede tener la piel cuando ese mismo bigote recorre con besos pequeños toda la anatomía, el sentir un suave rose en cualquier parte del cuerpo con esa escobetilla puede incluso ser el pase al cielo. El...

Carta apócrifa, que no espuria de Pedro Armendaris a Natalia la primera

Mi muy amada Natalita: Discúlpeme lo tarde en que le doy respuesta a su último mensaje. No tengo una razón lo suficientemente de peso para no haberme aplicado a la tarea de darle respuesta pronta porque bien sabe que el saber de usted me mueve a querer correr a su lado y no nada más a dedicarle unas cuantas letras. También no le puedo mentir, me conoce hombre de ocupaciones absorbentes y el ser figura pública me hace desentenderme de mis otras actividades privadas que usted tan bien conoce. Pero me sabe ferviente admirador que soy de usted y de su persona y el tiempo se me hace eterno para poder sentarme y escribirle como usted se merece, con el corazón en la mano. Porque de todos los habitantes del planeta sólo usted Natalita me conoce en el fondo y sabe de mis quebrantos, de este aferrarme a querer ocultar lo emocional que a veces me torno y que el personaje dista mucho del hombre sensible que soy en realidad. Y así como me oculto sensible, también tengo que ocultar este amor t...

¿Jugamos a las muñecas?

Desde niña me gustaron las muñecas. No se qué extraña sensación protectora despertaban en mi que me hacían sentir la dueña de la situación y la que ponía las reglas cuando con ellas jugaba a la casita, a tomar el té o a bañarlas y cambiarlas. Las muñecas siempre fueron mi pasión y mi padre la alentaba regalándome una diferente, la más moderna, la más sofisticada o la más antigua en cada uno de mis cumpleaños hasta que llegué a los diez. A partir de ese año, ni las muñecas nuevas ni mi padre volvieron a aparecer en mi vida porque decidió dejarnos. A raíz de eso mi madre se volvió visible porque antes sólo era la que mantenía la casa limpia, la que me bañaba y arropaba por las noches y la que siempre estaba ahí como testigo silencioso de mis juegos. Nunca abrió la boca para decirme si me quería o no. Del silencio pasó al abandono. Comenzó con un trago a media tarde para poder relajarse y conciliar el suelo, después uno en las mañanas para afrontar el duro trabajo de costurera que había t...