Él le dijo a ella que la vería cuando pasara la pandemia. Ella le dijo al otro que en cuanto hubiera condiciones de salud se reunirían para amarse. Ese otro le dijo a aquella que prometía visitarla en cuanto recibiera la vacuna. Aquella le dijo a otra que tenía muchas ganas de verla pero que había que esperar al fin del confinamiento. La otra ella le dijo a sus dos ellos que estaría bien una noche de pasión ahora que terminara el confinamiento. Ellos dos viven juntos y ya estan cansados de no poder ver a otros otros y otras otras...
Y así el amor se pospone, la pasión espera, el amor a diario y sin obligaciones se agota y la pandemia está poniendo pretextos para acercarnos. ¿O será al contrario y de verdad todos tienen ese deseo de amar? Sólo los interesados saben.
He llegado a la conclusión de que me gustan los hombres de bigote. Creo que un buen mostacho tiene mucho qué ofrecer en una relación. Hay bigotes anchos, otros delgados, pero todos hacen cosquillas al besar, segunda cosa que me encanta (los besos por supuesto). Los bigotes niños apenas y despuntan, pero le dan cierto aire de madures al portador, los anchos y obscuros, me hacen pensar en un hombre serio, muy formal, los delgados me evocan, no se por qué, la imagen de un Don Juan empedernido, será porque Pedro Infante casi siempre portaba bigote escaso. ¿Pero qué es lo interesante de un bigote además del marco que le da al rostro del portador? Como ya lo dije, de principio el beso, que se vuelve toda una experiencia erótica cuando va unido a un buen bigote, las sensaciones tan intensas que puede tener la piel cuando ese mismo bigote recorre con besos pequeños toda la anatomía, el sentir un suave rose en cualquier parte del cuerpo con esa escobetilla puede incluso ser el pase al cielo. El...
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