Entremezclada en la inmensidad de mi cama vacía, hoy amanecí soñando con tu abrazo, con tus brazos; esos que alguna vez me prometieron albergue eterno y calidez gozosa. Recordé entre brumas las formas de tu cintura, potente y vigorosa que se acoplaba tan bien a la mía sin preámbulos amatorios porque de pensarme y de pensarte nos disponíamos sin necesidad de salivar.
Mi boca sigue sabiendo a tu boca y sabe dulce y amargosa, sabe a sangre fresca después de la mordida, pero también sabe que es tuya y reconoce tu huella ensalivada.
Nunca, nunca, nunca… los sueños habían sido tan claros, tan frescos y tan vívidos como éste en donde volvimos a ser aquellos que danzaban al mismo compás.
Y en este día de boleros, y en este amanecer de canciones, Antonio, Armando, Consuelito y toda la corte de cantantes y autores me llevaron a soñarte y amanecer como ya dije, de nuevo entre tus brazos fantasiosos.
Mi boca sigue sabiendo a tu boca y sabe dulce y amargosa, sabe a sangre fresca después de la mordida, pero también sabe que es tuya y reconoce tu huella ensalivada.
Nunca, nunca, nunca… los sueños habían sido tan claros, tan frescos y tan vívidos como éste en donde volvimos a ser aquellos que danzaban al mismo compás.
Y en este día de boleros, y en este amanecer de canciones, Antonio, Armando, Consuelito y toda la corte de cantantes y autores me llevaron a soñarte y amanecer como ya dije, de nuevo entre tus brazos fantasiosos.
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