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Aprendiendo

Lo miró desde lejos y comenzó a juzgar su presencia. Ya llevaban un par de meses saliendo juntos pero hasta ese día en que él la esperaba como siempre, y el semáforo se tardó un poco más, ella pudo observarlo así, sin que él se diera cuenta, sin comprometer la sonrisa forzada, sin esperar un trato amable.
Él, indiferente, observaba a todos lados menos en la dirección en donde ella estaba. Una señora mayor con descuido derramó el contenido de su despensa en plena calle y él solícito se agacho a brindarle pronta ayuda. Terminada la tarea, siguió esperando paciente, sin sobresaltos.
Ella quiso hacer un experimento, cambió el rumbo y se alejó incluso de la dirección por donde siempre llegaba para observarlo.
Dejó pasar unos minutos sin llamarlo, quiso que la espera se volviera desesperante pero él, sin sobresalto, no hizo siquiera el intento de llamarla para reclamar su presencia.
Pasado un largo tiempo, recibió ella el mensaje y al leerlo, observó su cara de franca preocupación pero nunca de reclamo: -¿Dónde estás? ¿Todo bien?
El rostro de ella se iluminó por el descubrimiento, supo que él era, si no el más inteligente, el más rico, o el más guapo, era un hombre excepcional que realmente se preocupaba por ella.
A partir de ese momento supo que lo amaba, pero por supuesto, esperó todavía un poco más para decirlo.

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