La vista era impresionante. La ciudad se rendía a sus pies nocturna, luminosa, llena de bullicio. Era sábado.
Dudó y se lo dijo. Él a fuerza de argumentos derribó temores y con el acuerdo de las dos partes procedieron a releer el contrato en donde los puntos quedaban bien estipulados.
Documentos comprobatorios, promesas a largo plazo, las asperezas se irían limando en el camino y la buena voluntad se expuso sobre la mesa con la seguridad de que ambos estaban conscientes de que a partir de ese día sus vidas tendrían que ser diferentes pero no por ello incómodas con ese nuevo contrato adquirido.
Pidió los tragos correspondientes para tan importante negociación y la champaña llegó fría y burbujeante a espantar las pocas dudas que todavía les quedaban. Ahora, sólo quedaba poner sobre la mesa los bienes a invertir.
Y pusieron y se desprendieron del vestido, la camisa, el pantalón y las medias. Ropa interior y objetos de valor también quedaron abandonados en medio de la lujosa habitación con vista a ninguna parte.
Se sumergieron en el jacuzzi con pudor ella, con seguridad él y la música suave inundó el agua tibia, sus cuerpos calientes, sus genitales guardados por tantos años sin haber sido usados.
Se besaron lentamente y el capital quedó establecido, aceptado y a partir de ese momento, ambos obtuvieron ganancias estratosféricas de ese nuevo contrato.
Ese día se hicieron novios como debe ser, con el compromiso de invertir en esa relación, la piel desnuda y sin intereses.
Dudó y se lo dijo. Él a fuerza de argumentos derribó temores y con el acuerdo de las dos partes procedieron a releer el contrato en donde los puntos quedaban bien estipulados.
Documentos comprobatorios, promesas a largo plazo, las asperezas se irían limando en el camino y la buena voluntad se expuso sobre la mesa con la seguridad de que ambos estaban conscientes de que a partir de ese día sus vidas tendrían que ser diferentes pero no por ello incómodas con ese nuevo contrato adquirido.
Pidió los tragos correspondientes para tan importante negociación y la champaña llegó fría y burbujeante a espantar las pocas dudas que todavía les quedaban. Ahora, sólo quedaba poner sobre la mesa los bienes a invertir.
Y pusieron y se desprendieron del vestido, la camisa, el pantalón y las medias. Ropa interior y objetos de valor también quedaron abandonados en medio de la lujosa habitación con vista a ninguna parte.
Se sumergieron en el jacuzzi con pudor ella, con seguridad él y la música suave inundó el agua tibia, sus cuerpos calientes, sus genitales guardados por tantos años sin haber sido usados.
Se besaron lentamente y el capital quedó establecido, aceptado y a partir de ese momento, ambos obtuvieron ganancias estratosféricas de ese nuevo contrato.
Ese día se hicieron novios como debe ser, con el compromiso de invertir en esa relación, la piel desnuda y sin intereses.
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