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En viernes

Quiero hacer el amor en viernes como lo hacen los oficinistas, los infieles, las esposas abandonadas de los ricos empresarios que siempre tienen juntas imprevistas.

Encerrarme en un hotel lujoso con vista a ningún lado y todos los servicios incluidos.

Desearte tanto como el fin de semana. Llenar mis ansias de tus cansados oficios, facturas, capturas, pendientes.

Los viernes se llenan de pasión y deseo de un lunes extenuante por un fin de semana inacabable e insuficiente y así con esa dicotomía, habría que mencionarlo, absurdo. Que nuestra pasión sea tan aburrida como un martes sin pendientes, un miércoles de mediados y un jueves de todo urge.

Ese viernes llegar al lecho desecha de cansancio pero rehecha de pasión, de arrebato, de ganas de perderme en tus embestidas y de que tu te ahogues en mis humedades.

Quitarnos el uniforme de diario y meternos en esa desnudes que da el anonimato de una habitación obscura que no nos devuelve ni nuestras miradas, ni frases absurdamente cariñosas, sólo un encuentro sexualmente ocasional y tácitamente acordado.

Quiero hacer el amor el viernes pero sólo tengo sexo, casual, informal, acordado. De ese que no genera compromisos y crea la única expectativa de que es en ese momento preciso y nada más, ni un segundo, ni un minuto, ni una vida.

¡Cómo quisiera hacer el amor en viernes! Pero sólo termino saliendo a hurtadillas de una sucia habitación de cuarta en un barrio perdido, dejando tirado en el lecho a un perfecto desconocido y sin haber siquiera concluido la noche.

Quiero hacer el amor en viernes, pero el amor, no se quiere hacer conmigo.

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