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Así

Se observó desnuda frente al espejo y se descubrió la misma. Fue haciendo recuento de todas las partes de su cuerpo que hasta aquel momento había perdido. Cabello; uñas; cuatro muelas del juicio; cuatro dientes para la ortodoncia; un montón de tejido endometrioso regado por sus órganos; una bola de grasa de uno de sus párpados que casi la deja tuerta; un hijo que llevó nueve meses dentro.
¿Era este el mismo caso? Ahora no se trataba de algo que sobraba o un tejido extra extendido en un lugar que no le correspondía, tampoco era una adiposidad o esas pequeñas pérdidas que se daban día a día sin notarlo porque se regeneraban.
Valoró todos los temores que llevaba dentro. Ya no podría ser madre, aunque era ya muy mayor para serlo. Ya no podría prestar sus entrañas para ayudar a su hijo casado a tener ese hijo que nunca podría tener con su mujer ejecutiva super importante y llena de actividades que no había podido embarazarse después de cientos de tratamientos. Sonrió e incluso se carcajeó de la ocurrencia.
Ya no tendría molestias premestruales, cólicos, hemorragias, dolores.
Pero entonces ¿A qué le tenía miedo? No lo sabía.

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