Hoy encuentro entre mis noticias de blog que una bella amiga que ha adoptado la poesía como instrumento de comunicación, sigue regalando su sentir y su pensar y ahora con un libro digital de descarga gratuita.
El libro se llama “Desde el alma zen”, y lo escribe Elisa Alcántar Cereceda.
Lo pueden descargar en esta dirección http://pelagatos.cl/post/4669724857/desde-el-alma-zen-elisa-alcantar y de ahí me arranco con el recuento de este día. No sin antes declarar mi admiración a la amiga y mis respetos a la escritora que día con día plasma su sentir sin discriminación.
¿Y por qué escribimos los que escribimos? Como ya se sabe, yo no me considero una escritora ni buena ni talentosa y comencé con las letras en una edad en donde el sentimiento es más maduro y el arrebato ha quedado guardado para los años de secundaria.
Pero en ese sentir maduro a veces el remolino de pensamientos se deja llevar por los sentimientos y a veces, muy pocas por cierto, me encuentro llena de tristeza pese a mi felicidad constante, construida y conquistada.
A veces escribo a la tristeza aunque la verdad es muy poca, otras a la felicidad que se vuelve la constante. También le escribo a mi hijo con la esperanza de que cuando crezca me entienda y en el último de los casos le escribo al amor, al sexo, a la pasión y a la entrega e intercambio de fluidos.
Y es que no se me quita de la cabeza esta idea de los cientos y miles de años de presión social en donde las mujeres fuimos menos que nada y en donde la expresión del deseo de un beso apasionado, de un hacer el amor con los sentidos, de la entrega honesta y sincera sin la falsa promesa de compromiso eterno eran sinónimo de putería o de descastidad.
Pero ¡oh sorpresa! Justamente ahora que los tiempos se supone que son otros, que las cosas ya son más equitativas y parejas, seguimos pensando en esta putería y descastidad pero ahora disfrutándola sin decoro porque ya los calificativos no nos interesan a muchas.
Porque encuentro cada vez a más mujeres que no queremos una relación de compromiso, sino de compartir. Porque ya no queremos ser las amantes invisibles, sino las novias presumibles, pero no como objetos, sino porque queremos ser las algo de alguien. Porque creo que las mujeres queremos ser mejores y en este sentido queremos también sentir que los somos para alguien. En mi opinión, somos muchas que no esperamos vivir con alguien, más bien, compartir con alguien.
Y así sigo escribiendo al amor que no he encontrado, a la tristeza que a veces me visita, a mi hijo hermoso que es la luz que ahora ya se expresa y me dice que soy la mejor mamá del mundo y en este escribir pretendo y pido sin esperanza que ese a quien he idealizado llegue y se comparta, me invite a la fiesta de su vida y me admire tanto como ya lo estoy admirando porque lo quiero con una sola cualidad; inteligencia.
Yo por eso escribo, porque no creo en decretos ni en milagros ni en destinos, porque me queda claro que para conseguir lo que se quiere no hay como estar en el lugar en donde están a los que se quiere o que hagan lo que a uno le gusta. Así es que si ese, el amor de mi ahora vida se da el tiempo de leer toda esta sarta de tonterías que a veces se me ocurren, ya tiene un punto a su favor para ser mi próxima conquista; Lee. Y con esa cualidad espero que venga implícita la siguiente; Que sea inteligente.
El libro se llama “Desde el alma zen”, y lo escribe Elisa Alcántar Cereceda.
Lo pueden descargar en esta dirección http://pelagatos.cl/post/4669724857/desde-el-alma-zen-elisa-alcantar y de ahí me arranco con el recuento de este día. No sin antes declarar mi admiración a la amiga y mis respetos a la escritora que día con día plasma su sentir sin discriminación.
¿Y por qué escribimos los que escribimos? Como ya se sabe, yo no me considero una escritora ni buena ni talentosa y comencé con las letras en una edad en donde el sentimiento es más maduro y el arrebato ha quedado guardado para los años de secundaria.
Pero en ese sentir maduro a veces el remolino de pensamientos se deja llevar por los sentimientos y a veces, muy pocas por cierto, me encuentro llena de tristeza pese a mi felicidad constante, construida y conquistada.
A veces escribo a la tristeza aunque la verdad es muy poca, otras a la felicidad que se vuelve la constante. También le escribo a mi hijo con la esperanza de que cuando crezca me entienda y en el último de los casos le escribo al amor, al sexo, a la pasión y a la entrega e intercambio de fluidos.
Y es que no se me quita de la cabeza esta idea de los cientos y miles de años de presión social en donde las mujeres fuimos menos que nada y en donde la expresión del deseo de un beso apasionado, de un hacer el amor con los sentidos, de la entrega honesta y sincera sin la falsa promesa de compromiso eterno eran sinónimo de putería o de descastidad.
Pero ¡oh sorpresa! Justamente ahora que los tiempos se supone que son otros, que las cosas ya son más equitativas y parejas, seguimos pensando en esta putería y descastidad pero ahora disfrutándola sin decoro porque ya los calificativos no nos interesan a muchas.
Porque encuentro cada vez a más mujeres que no queremos una relación de compromiso, sino de compartir. Porque ya no queremos ser las amantes invisibles, sino las novias presumibles, pero no como objetos, sino porque queremos ser las algo de alguien. Porque creo que las mujeres queremos ser mejores y en este sentido queremos también sentir que los somos para alguien. En mi opinión, somos muchas que no esperamos vivir con alguien, más bien, compartir con alguien.
Y así sigo escribiendo al amor que no he encontrado, a la tristeza que a veces me visita, a mi hijo hermoso que es la luz que ahora ya se expresa y me dice que soy la mejor mamá del mundo y en este escribir pretendo y pido sin esperanza que ese a quien he idealizado llegue y se comparta, me invite a la fiesta de su vida y me admire tanto como ya lo estoy admirando porque lo quiero con una sola cualidad; inteligencia.
Yo por eso escribo, porque no creo en decretos ni en milagros ni en destinos, porque me queda claro que para conseguir lo que se quiere no hay como estar en el lugar en donde están a los que se quiere o que hagan lo que a uno le gusta. Así es que si ese, el amor de mi ahora vida se da el tiempo de leer toda esta sarta de tonterías que a veces se me ocurren, ya tiene un punto a su favor para ser mi próxima conquista; Lee. Y con esa cualidad espero que venga implícita la siguiente; Que sea inteligente.
Comentarios