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Labios de miel

No me lo propuse, ni siquiera lo había pensado, pero al verte en ese ambiente, así, a media luz, con nuestra música favorita de fondo porque nos adivinamos contemporáneos y afines en gustos escuchativos, algo nos fue acercando. ¿El deseo, el hastío o tal vez el desengaño y desencanto de amores pasados?
No lo se pero así de cerca, tu boca se me antoja mordible, acariciable, besable hasta el cansancio.
¿Por qué no dejarme inundar con tus besos si ya has llenado mi alma con tus palabras? Esas que me regalas día a día al oído cuando con tiernas frases me saludas por la mañana, me acompañas por la tarde y me das las buenas noches.
Compañeros de trabajo, la circunstancia nos obliga a saber que ahí estas tu y que aquí estoy yo, cada uno ocupando un extremo de la línea telefónica sin habernos nunca conocido en persona.

Quiero tus labios así, callados, latentes y húmedos para devorarlos y sangrarlos, los quiero poseídos y posesos en esta entrega de humedades que es solo eso, una entrega pospuesta por el tiempo y la distancia que nuestras otras vidas nos dan.
Hoy que te tengo y que por fin esta distancia se ha hecho ínfima gracias a los mecanismos institucionales (benditos sean los cursos), quiero besarte, sólo besarte y así vivir este encuentro sin sexo, sin pasión, sólo con la ternura que me dan tus labios y que sepas y saber que un beso puede ser mucho más excitante que el mismo sexo. Quiero hacerte el amor con mis labios.

Hoy que por fin nos conocemos, sólo quiero besarte hasta el cansancio.

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