Ir al contenido principal

La pérdida de la inocencia


No se qué fue más doloroso, si descubrir que el mago realmente no hacía flotar a la chica por los cielos o descubrir a mis padres poniendo los juguetes en mis zapatos el día de Reyes.


O si fue el descubrirme a mi misma sonriendo divertida fingiendo que realmente ambos me engañaban y creer que esa alegría era genuina.


No se qué me dolió más, si descubrir la realidad o aprender a mentir.

Comentarios

viviana ha dicho que…
Hola dulceeeeee, estoy engripada en casa y por eso no fui a trabajar, el hecho es que debido a esto tengo tiempo para visitarte, lo mismo que al Congal, y es un verdadero placer. Espero te me cuides de la fiebre esa del chancho, y no andes haciendo cochinadas, jajaja, perdona la irreverencia y el intento de humor con un tema tan preocupante, aca andamos todos paranoicos cuidandonos del mosquito.En medio de tanto dolor que mejor que volver a los amigos y recrearse leyéndolos.
Te cuento Nata, que intenté publicar 3 veces un relato en el Congal pero no lo veo publicado, hace tanto que no lo hacía que no sé que estaré haciendo mal, ahora mismo no me permite el sistema siquiera dejar un mensajito en el chat del sitio.
Estás cada día más bonita, amiga compañerita de banca.
Un abrazo, bellos tus textos como siempre tan sentidos y profundos.
Lili ha dicho que…
la realidad por dura, triste o como sea siempre va a estar ahi...
creo que la mentira siempre solera mas
un abrazo
me encanto tu blog!
Lili ha dicho que…
perdon dolera
Clarisa Camargo ha dicho que…
Me encantó el final, algo así como "descubrir que giraba el mundo, o tener que trotar por él"
Las generaciones nos han triturado; muy pronto descubrí a los reyes magos, aunque mi madre fue buena mentirosa, no pude negarme desde muy jóven la interrogante a la existencia de Dios a partir de esa conducta.
Ahora los niños ya no creen en eso desde los 5 años, o se gesticulan en fantismos a otras culturas; ya veo muy distante mi generación (en mentiras y medios para abrirse al mundo) de la que actualmente llega: ¡Y eso que son unos años nimios!

Querída, se le extrañaba

Entradas populares de este blog

Me gustan los hombres de bigote.

He llegado a la conclusión de que me gustan los hombres de bigote. Creo que un buen mostacho tiene mucho qué ofrecer en una relación. Hay bigotes anchos, otros delgados, pero todos hacen cosquillas al besar, segunda cosa que me encanta (los besos por supuesto). Los bigotes niños apenas y despuntan, pero le dan cierto aire de madures al portador, los anchos y obscuros, me hacen pensar en un hombre serio, muy formal, los delgados me evocan, no se por qué, la imagen de un Don Juan empedernido, será porque Pedro Infante casi siempre portaba bigote escaso. ¿Pero qué es lo interesante de un bigote además del marco que le da al rostro del portador? Como ya lo dije, de principio el beso, que se vuelve toda una experiencia erótica cuando va unido a un buen bigote, las sensaciones tan intensas que puede tener la piel cuando ese mismo bigote recorre con besos pequeños toda la anatomía, el sentir un suave rose en cualquier parte del cuerpo con esa escobetilla puede incluso ser el pase al cielo. El...

Carta apócrifa, que no espuria de Pedro Armendaris a Natalia la primera

Mi muy amada Natalita: Discúlpeme lo tarde en que le doy respuesta a su último mensaje. No tengo una razón lo suficientemente de peso para no haberme aplicado a la tarea de darle respuesta pronta porque bien sabe que el saber de usted me mueve a querer correr a su lado y no nada más a dedicarle unas cuantas letras. También no le puedo mentir, me conoce hombre de ocupaciones absorbentes y el ser figura pública me hace desentenderme de mis otras actividades privadas que usted tan bien conoce. Pero me sabe ferviente admirador que soy de usted y de su persona y el tiempo se me hace eterno para poder sentarme y escribirle como usted se merece, con el corazón en la mano. Porque de todos los habitantes del planeta sólo usted Natalita me conoce en el fondo y sabe de mis quebrantos, de este aferrarme a querer ocultar lo emocional que a veces me torno y que el personaje dista mucho del hombre sensible que soy en realidad. Y así como me oculto sensible, también tengo que ocultar este amor t...

¿Jugamos a las muñecas?

Desde niña me gustaron las muñecas. No se qué extraña sensación protectora despertaban en mi que me hacían sentir la dueña de la situación y la que ponía las reglas cuando con ellas jugaba a la casita, a tomar el té o a bañarlas y cambiarlas. Las muñecas siempre fueron mi pasión y mi padre la alentaba regalándome una diferente, la más moderna, la más sofisticada o la más antigua en cada uno de mis cumpleaños hasta que llegué a los diez. A partir de ese año, ni las muñecas nuevas ni mi padre volvieron a aparecer en mi vida porque decidió dejarnos. A raíz de eso mi madre se volvió visible porque antes sólo era la que mantenía la casa limpia, la que me bañaba y arropaba por las noches y la que siempre estaba ahí como testigo silencioso de mis juegos. Nunca abrió la boca para decirme si me quería o no. Del silencio pasó al abandono. Comenzó con un trago a media tarde para poder relajarse y conciliar el suelo, después uno en las mañanas para afrontar el duro trabajo de costurera que había t...