El cuerpo encorvado no le dejaba moverse con la agilidad de hacía ya muchos, muchísimos años tenía, y si a eso le aunaba el peso de la profunda tristeza que cargaba, la loza en el lomo era insostenible.Con toda la delicadeza fue metiendo una a una sus pertenencias que en años pasados habían sido su uniforme de trabajo, su traje de gala, su disfraz de batalla.
El hermoso esmoquin impecable, el enorme colguije que siempre llevaba al cuello, el tarro de gel (ahora usaba gel), para tener el cabello impecable. Uno a uno fue colocando los objetos en su vieja valija de viaje que huelga decirlo, también era muy antigua.
De repente, cuando los recuerdos lo volvieron a atormentar no pudo evitar derramar unas cuantas lágrimas.
Había aceptado con resignación muchos cambios en su vida, el ya no poder dormir de día por el terrible ruido que le llegaba de las calles, el ya no poder comer sus deliciosos manjares porque ya todo, todo tenía colesterol, azúcar en exceso, triglicéridos al por mayor.
Ahora y pese a todo, se conformaba con una dieta más light y fingía los sabores acompañando todas sus cenas con una copa de vino... tinto por supuesto.Si, a todo ello ya se había acostumbrado pero el colmo de su desventura fue justamente un día anterior, día de los difuntos niños, en donde para salir de la rutina se propuso ponerse el traje y salir a recorrer la ciudad, a espantar a algún parroquiano o a los niños inocentes que se atravesaran en su camino.
Las cosas no fueron así, nada más salir a la calle se cruzó con un montón de chiquillos que entre risas comenzaron a burlarse de su traje viejo, de su cara de anciano, incluso le gritaron que era muy viejo para hacerse el payaso y disfrazarse, ¡como si ese fuera de verdad un disfraz! Con las últimas fuerzas les mostró los colmillos y las carcajadas no se hicieron esperar. Le gritaron que tenía los colmillos picados y con macilla, que si no sabía que ya existían los dentistas y que mejor buscara una dentadura más original porque esa en lugar de dar miedo daba asco.
Regresó derrotado a su vieja casa y ahí tomó la decisión.Con toda la delicadeza del mundo tomo por último la vieja capa, símbolo inequívoco de su personalidad y consultando su reloj vio que ya se acercaba la hora. Si Drácula ya no espantaba ni a sí mismo y después de tantos siglos de existencia había decidido dar fin a su larga, larguísima vida y salir de su vieja casa justo en el momento en que el sol estuviera asomando.
Ya ahora era lo más digno que podía hacer.
El hermoso esmoquin impecable, el enorme colguije que siempre llevaba al cuello, el tarro de gel (ahora usaba gel), para tener el cabello impecable. Uno a uno fue colocando los objetos en su vieja valija de viaje que huelga decirlo, también era muy antigua.
De repente, cuando los recuerdos lo volvieron a atormentar no pudo evitar derramar unas cuantas lágrimas.
Había aceptado con resignación muchos cambios en su vida, el ya no poder dormir de día por el terrible ruido que le llegaba de las calles, el ya no poder comer sus deliciosos manjares porque ya todo, todo tenía colesterol, azúcar en exceso, triglicéridos al por mayor.
Ahora y pese a todo, se conformaba con una dieta más light y fingía los sabores acompañando todas sus cenas con una copa de vino... tinto por supuesto.Si, a todo ello ya se había acostumbrado pero el colmo de su desventura fue justamente un día anterior, día de los difuntos niños, en donde para salir de la rutina se propuso ponerse el traje y salir a recorrer la ciudad, a espantar a algún parroquiano o a los niños inocentes que se atravesaran en su camino.
Las cosas no fueron así, nada más salir a la calle se cruzó con un montón de chiquillos que entre risas comenzaron a burlarse de su traje viejo, de su cara de anciano, incluso le gritaron que era muy viejo para hacerse el payaso y disfrazarse, ¡como si ese fuera de verdad un disfraz! Con las últimas fuerzas les mostró los colmillos y las carcajadas no se hicieron esperar. Le gritaron que tenía los colmillos picados y con macilla, que si no sabía que ya existían los dentistas y que mejor buscara una dentadura más original porque esa en lugar de dar miedo daba asco.
Regresó derrotado a su vieja casa y ahí tomó la decisión.Con toda la delicadeza del mundo tomo por último la vieja capa, símbolo inequívoco de su personalidad y consultando su reloj vio que ya se acercaba la hora. Si Drácula ya no espantaba ni a sí mismo y después de tantos siglos de existencia había decidido dar fin a su larga, larguísima vida y salir de su vieja casa justo en el momento en que el sol estuviera asomando.
Ya ahora era lo más digno que podía hacer.
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