Ir al contenido principal

Un diario de ti o de mi encuentro con los otros.


Día uno.
Hoy me enamoré de ti. Te descubrí en un transporte público y me encantó ese timbre de voz tan especial con el que me recibiste, la manera tan maravillosa en que decías a todo el que abordaba la unidad: -Si, no, gracias, ¿a dónde va?- Simples frases que soltaste al azar y sin fijarte gran cosa en a quién van dirigidas.
Por eso me declaro enamorada perdida, porque pese a ser sólo unos instantes en los que te escuché y a que después de ti fuiste otro en otro transporte pero con esa tan especial voz que enamora, me declaro loca perdida por ti aunque no sepa ni cómo te llamas, quién eres o donde vives, sólo se que te amo.
Día dos.
Hoy te descubrí en las líneas de un e-mail (correo electrónico), que un amigo me envía diariamente. Había escuchado de ti, pero mis tontos prejuicios no me dejaban acercarme lo suficiente para conocerte de cerca y leerte y saber de ti porque afirmaba tajante que la poesía no me gustaba. Hoy todo cambió, tus letras le hablaron a mis ojos, tus palabras mágicas y distantes llegaron a mi corazón y hoy también me siento perdidamente enamorada de ti y me siendo doblemente afortunada porque ya se tu nombre, te llamas Jaime.
Día tres.
Hoy tuve una nueva revelación, estoy construyendo este amor con fragmentos de ti y con detalles de todos. Ahora es tu boca la que me tiene embrujada y me atrae y me invita a besarla. Sólo llegaste, subiste como todos por necesidad al elevador y lo único que podía alcanzar a ver de ti por lo apretado que estábamos fue esa boca besable y mordible que llenó mi mente de fantasías inconfesables. Eres el de hoy y has sido el de todos los días, que poco a poco va tomando forma y se complementa. Amo tu boca que imagino sabe a fruta fresca.
Día cuatro.
Hoy tu cuerpo se acercó al mío y la magia de un electroshock me ha dejado casi inconsciente. Pasaste a mi lado, apenas y rozaste mi piel y fue suficiente para amarte eternamente. Tu cuerpo perfecto, tus formas fuertes, la estatura exacta para amoldarse a mi cuerpo y todo lo que de ti percibí con ese furtivo pero profundo rose que me dejó temblando de deseo por poseerte me hicieron amarte más intensamente, querer tocarte y hacerte mío. Eres el hombre perfecto.
Día cinco.
Hoy tu plática me transportó a otra dimensión. Fueron cuatro horas de discurso interminable que a mis vecinos de asiento ya los tenían cansados y fastidiados pero yo no tuve ojos más que para ti y oídos para tus palabras. No recuerdo para nada el timbre de tu voz, incluso si hoy me preguntaran no sabría decir cómo suena, si es aguda o grave o aterciopelada, sólo podría recitar de memoria tu discurso, lo profundo de tus ideas, la manera en que expresaste tu punto de vista sobre un asunto que a simple vista parecería trivial y sólo eso bastó para poder afirmar esta necesidad diaria que tengo de ti y amarte y quererte por lo que sabes que descubro es mucho, porque tu inteligencia y conocimiento enciclopédico me tiene atrapada y me siento pequeña ante tanta magnificencia y erudición que destilas por todos tus poros.
Hoy te amo por sabio.
Día seis.
Hoy por un instante me invadió el pánico porque no te encontraba en ningún lado. Buscaba una señal, un indicio que me dijera que eras este o aquél del que me enamoraría hoy y nada, pero cuando comenzaba a resignarme a no poder seguirte amando tan cotidianamente como lo he venido haciendo, apareciste de la nada y en donde menos lo esperaba, levantando bolsas, barriendo calles, limpiando aceras. Hoy descubrí ese hermoso bigote que tanto cuidas y que sabes que me encanta. Pasaste a mi lado y el olor a basura por poco propicia que no volteara a verte, pero en cuanto descubrí tu bigote no pude menos que saltar de alegría porque apareciste cuando ya no te esperaba con tu escoba de barrer calles y el uniforme inconfundible del servicio de limpia.
Tu bigote, ah tu bigote! Hermoso aditamento que enmarca tu cara y me transporta al cielo y me devuelve a la tierra. Lo descubro y me enamoro, me enamoro y te amo. Hoy me enamoré, como muchas otras veces y en muchos otros, de tu bigote.
Día siete.
Hoy no quise salir a buscarte porque sabía que llegarías, que justo hoy el primero y el último día siempre estás a mi lado, porque vives conmigo, sueñas conmigo, duermes conmigo y te vuelves mío.
Fui uniendo las partes de ti para conseguir ese todo que me encanta y apareciste como siempre, llenando la habitación de tu luz y de ti. A veces creo que esa misma luz no es tuya, que yo te la inyecto cada vez que estas aquí conmigo pero insisto en crearte y hacerte magnífico.
Te conté mi aventura, el cómo a lo largo de todos estos días fuiste chofer de microbús, poeta famoso, empleado de oficina, transeúnte, catedrático universitario y barrendero, te lo cuento y ríes divertido pero no me entiendes, no te das cuenta que para no olvidarte, para seguir amándote todos los días de mi vida tengo qué inventarte en todos los que cruzan por mi camino, que te busco y cuando por fin te encuentro me declaro enamorada de ti en todos ellos, en los que me hacen amarte cada día pero no por ti, por lo que ellos tienen de ti.
Solo hoy, el primero y el último día de la semana, me declaro enamorada de todos, me declaro enamorada de ti.

Comentarios

adrichabat ha dicho que…
no sé porqué siento que ya hice comentario de este escrito, por eso vine aca pero nada jaja
¿lo soñaría? o ¿ya me salió lo vidente o brujilda jaja?
Pero en fin me gusta cómo vas encontrando en el camino pedazos del hombre amado y cuando lo encuentras a él lo quieres aprecias más, por la misma razón.
Linda la foto, me saludas al modelo
jaja
un abrazo
adri
adrichabat ha dicho que…
por cierto tu liga a mi blogger esta equivocada
http://adrianachabat.blogspot.com/
publiqué otros escritos distintos
y me gustaría que me comentaras algo al fin y al cabo nadie tan aguda como tu para hacerlo
un abrazo
adri
Jorge Fax ha dicho que…
ohhh los romances a flor de piel...

asi es esto de los sentires...
bien reflejado en este escrito Awe.

un largo y bonito beso!

Entradas populares de este blog

Me gustan los hombres de bigote.

He llegado a la conclusión de que me gustan los hombres de bigote. Creo que un buen mostacho tiene mucho qué ofrecer en una relación. Hay bigotes anchos, otros delgados, pero todos hacen cosquillas al besar, segunda cosa que me encanta (los besos por supuesto). Los bigotes niños apenas y despuntan, pero le dan cierto aire de madures al portador, los anchos y obscuros, me hacen pensar en un hombre serio, muy formal, los delgados me evocan, no se por qué, la imagen de un Don Juan empedernido, será porque Pedro Infante casi siempre portaba bigote escaso. ¿Pero qué es lo interesante de un bigote además del marco que le da al rostro del portador? Como ya lo dije, de principio el beso, que se vuelve toda una experiencia erótica cuando va unido a un buen bigote, las sensaciones tan intensas que puede tener la piel cuando ese mismo bigote recorre con besos pequeños toda la anatomía, el sentir un suave rose en cualquier parte del cuerpo con esa escobetilla puede incluso ser el pase al cielo. El

Carta apócrifa, que no espuria de Pedro Armendaris a Natalia la primera

Mi muy amada Natalita: Discúlpeme lo tarde en que le doy respuesta a su último mensaje. No tengo una razón lo suficientemente de peso para no haberme aplicado a la tarea de darle respuesta pronta porque bien sabe que el saber de usted me mueve a querer correr a su lado y no nada más a dedicarle unas cuantas letras. También no le puedo mentir, me conoce hombre de ocupaciones absorbentes y el ser figura pública me hace desentenderme de mis otras actividades privadas que usted tan bien conoce. Pero me sabe ferviente admirador que soy de usted y de su persona y el tiempo se me hace eterno para poder sentarme y escribirle como usted se merece, con el corazón en la mano. Porque de todos los habitantes del planeta sólo usted Natalita me conoce en el fondo y sabe de mis quebrantos, de este aferrarme a querer ocultar lo emocional que a veces me torno y que el personaje dista mucho del hombre sensible que soy en realidad. Y así como me oculto sensible, también tengo que ocultar este amor t

¿Jugamos a las muñecas?

Desde niña me gustaron las muñecas. No se qué extraña sensación protectora despertaban en mi que me hacían sentir la dueña de la situación y la que ponía las reglas cuando con ellas jugaba a la casita, a tomar el té o a bañarlas y cambiarlas. Las muñecas siempre fueron mi pasión y mi padre la alentaba regalándome una diferente, la más moderna, la más sofisticada o la más antigua en cada uno de mis cumpleaños hasta que llegué a los diez. A partir de ese año, ni las muñecas nuevas ni mi padre volvieron a aparecer en mi vida porque decidió dejarnos. A raíz de eso mi madre se volvió visible porque antes sólo era la que mantenía la casa limpia, la que me bañaba y arropaba por las noches y la que siempre estaba ahí como testigo silencioso de mis juegos. Nunca abrió la boca para decirme si me quería o no. Del silencio pasó al abandono. Comenzó con un trago a media tarde para poder relajarse y conciliar el suelo, después uno en las mañanas para afrontar el duro trabajo de costurera que había t