Como todas las noches, llegó tarde y de malas. Su jefa le fastidió el fin de semana con trabajo extra justo al salir y fueron muchas horas pasadas de las seis que pudo abandonar la oficina. Aventó llaves, bolso, se descalzó con fastidio y se desnudó sin ganas. Corrió al baño, abrió la regadera y llenó la tina. Se sumergió en la tibia agua y sin más se fue limpiando el cuerpo de toda su desgracia. Durmió cansada, aburrida, fastidiada de la rutina, de su falta de rumbo, de su soledad. Cinco días después la señora de la limpieza abrió la puerta y el fuerte olor le alertó los sentidos. Se la encontró arremolinada en la cama, tranquila, con una sonrisa plena de oreja a oreja, feliz. Fue tanto su descanso que se quedó eternamente relajada.
Mis historias de todo y de nada