Estaba cansada, terriblemente cansada y el agotamiento era lo que la mantenía absurdamente despierta. Fastidiada con su trabajo. Aburrida de su marido. Demandada por los hijos como si ella fuera la única que sabía cómo resolverles las tareas, los olvidos, las necesidades, la vida. Indiferente ante los reclamos de sus viejos padres que llamaban siempre para recordarle lo mala hija que era por no visitarlos y por supuesto, a esta llamada llegaban las de sus hermanos, hombres todos, que le exigían mayor atención. Y eso que cada quince días, sin falta, acudía a ver si no necesitaban nada. ¿Cómo era posible que siendo ella la única mujer no los visitara más seguido? Era de esperarse, ellos no tenían tiempo para hacerlo porque eran hombres exitosos y ocupados, para eso estaba ella que era la mujer. Su jefe la seguía acosando y a la falta de una respuesta satisfactoria para él le exigía más, no sabía ella si esperando que renunciara o esperando a que accediera. Los muchos años que llevab...
Mis historias de todo y de nada