Me decido a tararearte todo lo que se te extraña, desde el siglo en que partiste hasta el largo día de hoy. Me acompaño de guitarra, porque yo no se de cartas, y además ya tú conoces que ella va donde yo voy. Lo único que me consuela es que uso dos almohadas, y que ya no me torturo cuando te hago trasnochar. Otro alivio es que en su árbol los pajaritos del alba, siguen ensayando el coro con que te bienvenirán. El teléfono persiste en coleccionar absurdos, embromarme sigue siendo un deporte universal. Y la puerta está comida donde la ha golpeado el mundo cuando menos una buena parte de la humanidad. El cine de enamorados tuvo un par de buenas pistas, nuestro cabaret privado sigue activo por su bar. Se nos sigue desangrando la llave de la cocina, y yo sigo sin canciones habiendo necesidad. Pueden ser casualidades u otras rarezas que pasan, pero donde quiera que ando todo me conduce a tí. Especialmente la casa me resulta insoportable, cuando desde sus rincones te abalanzas sobre mí. No ex...