Entrando al antro lo vi. Me conmovieron tanto sus ojos asustados que el primer impacto y susto que sentí al saber que era un espectro pasó como un suspiro y dejó paso a una compasión infinita que me inundó el estómago porque esa sensación de desamparo ya la había experimentado en mi propia piel. Soy gente de campo que gracias a mis padres pude venir a estudiar a la ciudad, pero la juventud y los amigos son mala combinación y por eso llegamos a este local, a esta casa vieja del centro histórico de la Ciudad de México ahora convertida en antro de música dark, ruidosa, obscura, inentendible o como sea que se le llame a estos gritos que inundan el espacio, pero eso les gusta a mis amigos. Me senté a su lado, él me observó intrigado porque nadie, nadie en ese espacio había reparado en su presencia amorfa, etérea, de ¿fantasma? no de los que espanta, de los que están espantados. Me contó su historia, nada fantástica, nada fuera de lo común. Murió de hambre en una época en la que el hambre...
Mis historias de todo y de nada