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Mostrando entradas de mayo, 2018

Fruta fresca

Los días calurosos provocan el antojo de una fruta fresca, jugosa, de esas que de tanto ver, oler, palpar se hace agua la boca. La tienes, con timidez la tocas para no estropearla pero al mismo tiempo compruebas la firmeza de la pulpa gustosa que te incita al pecado, a la gula desbocada que te lleva a devorarla hasta el fin, hasta el hueso, hasta que no quede rastro de esa carne dulzona. Disfrutas el primer mordisco, la segunda mordida se te escurre por las comisuras, la tercera te llena de placer pero al final del deleite te das cuenta que una nunca es suficiente. Piensas ¿y por qué no? dos no es mucho placer, es apenas la recompensa por tanto esfuerzo de ir, comprar, sudar con la carga de lo adquirido, sufrir los apretones, malos olores y empujones de los demás compradores que buscan también matar el hambre. Vas de nuevo, muerdes, desgarras, disfrutas, te engolosinas con ese deleite que da el fruto prohibido y no tan prohibido y sucumbes al placer de sus encantos. Así una tarde